Por Xavier Jordán A.
Al principio sentí como una duda penetrante que lucha por ser error y después vino la certeza. La maldita certeza. Keith Emerson, viejo lobo del rock, mago y centinela de la fuerza brutal y la erudición más aguda, artesano superior de teclados hechos de ira y paz, fantasma eterno que deambulaba entre la perfección de lo armonioso y la esquizofrenia del sonido que él inventó, que convirtió en etéreo y que selló por siempre la historia infinita de la genialidad humana, ha dejado de ser ya un ser de este Planeta para refugiarse, altivo y solitario, en los confines de la inmortalidad.
Morituri salutatem, querido dios de tantas tardes incrédulas en que nos regalaste tu arte y tu ruido, tu sonido y tu furia.
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